lunes, 22 de noviembre de 2010

Una "mina" mediática



Cerca de dos mil millones de personas asistieron, a través de los medios de comunicación, al rescate de los 33 mineros chilenos que pasaron más de dos meses bajo tierra. Este hecho se ha convertido en el mayor fenómeno mediático simultáneo ocurrido en lo que va de siglo, desde la tragedia del 11-S. Uno de cada tres habitantes del mundo ha sido espectador de este evento.



También se convirtió en la noticia más comentada en Internet: durante 24 horas, tres de los “temas del momento” en Twitter, a nivel global, estaban relacionados con los mineros, erigiéndose en uno de los cinco topics más visitados en la historia de la red.
El asunto de los mineros es un buen ejemplo de dos elementos: el marketing mediático y la gestión comunicativa de una crisis. Los políticos chilenos se dieron cuenta de que denegar el acceso a los medios en un asunto tan público sólo puede llevar a la especulación y por ello resultar contraproducente para el propio gobierno. En la era multimediática y de las redes sociales, intentar para a los periodistas es imposible, y lo mejor es canalizar positivamente su trabajo.
Los expertos en comunicación de crisis ya señalan como modelo a seguir la actuación de la Administración chilena durante el tiempo en que los mineros estuvieron atrapados, frente a experiencias negativas y mal gestionadas como la crisis del vertido de BP en EEUU o el hundimiento del submarino Kursk en Rusia.
La política de gestos, con los personajes públicos presentes en el lugar de los hechos desde el primer momento, dando la cara ante los medios, fue crucial para el éxito. Antes de que la noticia trascendiese, el presidente Sebastián Piñera y el ministro de Minas, Laurence Golborne, ya habían visitado la mina para conocer la situación. Justo al contrario que en el caso del escape de BP, pues el fin de semana en el que el petróleo se derramó el responsable de la empresa estaba disfrutando de su tiempo libre en familia.
También se cumplió la premisa de mantener un único portavoz que sostenga una línea coherente de declaraciones ante la prensa. De ello se encargó el ministro de Minas. Además, el gobierno no dudó en asumir toda la responsabilidad y el liderazgo en la crisis, a pesar de que la responsable última era la empresa en la que trabajaban los mineros.
Frente al reto del rescate también consiguieron dos cosas imprescindibles: dar la sensación de que contaban con los medios suficientes y echar mano de toda la ayuda técnica disponible para conseguir la confianza de la gente y no quedar nunca en ridículo ante la opinión pública. Se presentaron diferentes planes alternativos de rescate y se acudió incluso a expertos de la NASA, para buscar asesoramiento en la alimentación y la atención psicológica de los mineros.
BP perdió el poco crédito que tenía al cometer el error de reconocer que los litros de vertido eran muchos más de los que habían indicado en un primer momento, en cambio, el ejecutivo chileno tomó como leiv motiv la prudencia, imponiendo plazos de tiempo amplios que siempre conseguían cumplir con antelación, siendo cautos en las declaraciones y sin alimentar falsas expectativas.
Lo que ha logrado Chile es cumplir la difícil máxima de convertir una crisis en una oportunidad, afianzando su imagen a nivel internacional, al asociarla a ideas como la eficacia, la transparencia y la solidaridad.