viernes, 15 de abril de 2011

Los peligros de la fama 2.0


Twitter y Facebook son canales de comunicación idóneos para figuras públicas como políticos, cantantes, actores y deportistas. Sus admiradores tienen a su disposición un espacio sin precedentes a través del que contactar con sus ídolos directamente, sin intermediarios ni representantes. De igual manera, los famosos tienen la posibilidad de estar tan cerca de sus seguidores como nunca antes lo hubiesen imaginado.


Las lista de personalidades que nos podemos encontrar es interminable: las cantantes Britney Spears y Mariah Carey, los actores Ewan McGregor, Ashton Kutcher o Robin Williams; el jugador de baloncesto Shaquille O’Neal; la viuda de John Lennon, Yoko Ono; o el televisivo encantador de perros César Millán. Los políticos también se sumaron a la fiebre de las redes sociales con la intención de aumentar su capacidad de influencia: el presidente de los EEUU, Barack Obama; el gobernador de California, Arnold Swcharzenegger; Sarah Palin, Al Gore

Pero estos sites son un arma de doble filo. Cuando un famoso comienza a utilizar las redes sociales por sí mismo debe ser consciente de que expone su vida privada y sus opiniones personales sin ningún tipo de filtro y debe prepararse para que los medios de comunicación se tomen todo lo que escriba como un comunicado oficial. Se trata de un canal interactivo que exige responder a las preguntas, leer y comentar lo que nos dicen otros y, sobre todo, concienciarse para soportar los posibles aluviones de comentarios negativos. Twitter y Facebook acercan a las celebridades a su público, pero también pueden alejar a muchos seguidores cuando descubren ciertas cosas que no querían saber o que les han desencantado.

Recientemente, hemos podido asistir a muchos ejemplos de este rechazo por parte de los fans. Una de las polémicas más sonadas en España se originó con un desafortunado tweet del cantante David Bisbal: "Nunca se han visto las pirámides de Egipto tan poco transitadas, ojalá que pronto se acabe la revuelta". Esa frase disparó la creatividad de los usuarios, quienes se inventaron el término “#turismobisbal” y comenzaron a escribir comentarios para ridiculizarlo como "Quiero visitar el parque de DoñaAna, pero la he llamado y no me coge el teléfono" o “Vengo de Grecia y se nota mucho la crisis, tiene todos los monumentos en ruinas”. Ante las dimensiones que adquiría la burla, el almeriense intentó defenderse con un nuevo tweet: "El insulto es lo único que os queda, bueno, y también mucho tiempo libre", lo que avivó los reproches de los internautas.

Otro de los casos destacados fue el de Arturo Pérez-Reverte, quien se ganó multitud de detractores tras realizar duros comentarios contra Moratinos en Twitter. El escritor no sólo no se echó atrás, sino que se jactó del éxito de sus desprecios contra el ex ministro de Exteriores y de la repercusión mediática del asunto. "No esperaba este éxito. 2.000 seguidores nuevos en 24 horas, gracias al extinto ministro", escribía. Alejandro Sanz también suele ser objeto de reprobaciones en este espacio de microblogging por su férrea defensa de la ley Sinde y de otras medidas relacionadas con la protección de los derechos de autor.

En todas estas situaciones se advierte el factor común de que los famosos cometen errores que luego no saben cómo gestionar, lo que ratifica la necesidad de recurrir a agentes de comunicación y gabinetes de prensa. La desintermediación propiciada por las redes sociales conecta a ídolos y fans en una conversación abierta y espontánea, pero cuando muestra sus daños colaterales comprendemos que los asesores de imagen tienen una función importante. En el caso de las figuras públicas, el acceso desde móviles a plataformas globales de comunicación inmediata convierte sus ocurrencias en un peligro constante para su reputación y la de las organizaciones que representan.

Las normas para el uso prudente de estas nuevas herramientas y la conciencia de sus efectos secundarios, son destrezas que se adquieren con el tiempo, pero que también pueden ser enseñadas. La labor intermediadora de los agentes de prensa y la tarea formativa de los asesores de imagen se está revalorizando en un entorno en el que, después de haber exaltado la espontaneidad y la frescura, se vuelve a reclamar un poco más de profesionalidad en la gestión de la proyección pública a los personajes que viven de ella.