jueves, 3 de enero de 2013

Depresión económica y social:EL IMPACTO NEGATIVO DE LAS MALAS NOTICIAS



Prima de riesgo. Rescate financiero. Banco malo. Recortes. Y crisis, crisis, crisis. Estos son sólo algunos de los términos relativos a la situación económica actual con los que nos bombardean los portavoces políticos e institucionales y los medios de comunicación desde hace meses y meses.




Debido a la proclamada inminencia de una renovada e interminable recesión, todo ciudadano de a pie, sea ama de casa, doctor, estudiante o taxista, vive preocupado por la evolución de cosas que antes ni sabía que existían, como el mercado de la deuda o el déficit público.

Por sí misma, la realidad económica está generando altos niveles de estrés en los ciudadanos, por la pérdida de empleo o la posibilidad de perderlo, la incertidumbre reinante sobre las prestaciones públicas, la reducción de salarios, las subidas de impuestos y de los precios... Y este estrés ha degenerado en desmoralización, individual y colectiva, cuando no en depresión. El miedo que provocan estas circunstancias empieza a sembrar una sensación de desesperanza colectiva, por no saber qué nos deparará el futuro inmediato ni si algún día llegará la recuperación, algo que cada vez parece más lejano a juzgar por lo que se observa en las portadas de los periódicos y los telediarios.

Los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas evidencian una caída drástica en el Índice de Confianza. El pasado abril, la del consumidor llegó a niveles mínimos: un 50,3 sobre un máximo de 200. La valoración del momento actual era peor aún: 31,9. Sólo uno de cada cinco entrevistados creía que el contexto económico y el empleo mejorarían en los próximos seis meses. En total, sólo un 18,7% de los españoles opinaba que serán mejores dentro de un año.

Aun así, la percepción global no responde a toda la realidad. Cierto que hay sectores prácticamente hundidos por la falta de competitividad y con pocas perspectivas de futuro en España, como el de la construcción, pero también hay industrias españolas que innovan y exportan, con empresas punteras que destacan internacionalmente. Sin embargo, la pandemia de pesimismo nos lleva a creer que todo el tejido empresarial está tocado de muerte.

Precisamente, el flujo continuo de noticias negativas contribuye a agravar el ambiente de ansiedad colectiva. Frases como “con la que está cayendo” o “la que se nos viene encima” son las expresiones habituales de los usuarios de los medios de comunicación al conocer las novedades acerca de la crisis y su evolución a nivel europeo y mundial. Esa angustia se alimenta de noticias alarmantes, de los malos augurios de los expertos y de estadísticas apocalípticas, que acaban por producir saturación, en lugar de dar paso a una reflexión pausada que permita la búsqueda de soluciones.

La labor periodística debe ser consciente de que avivar el miedo puede llevar a la ciudadanía a la apatía y la paralización, justo el clima contrario a la creatividad y a la proactividad que se necesitan para superar una recesión de grandes dimensiones y duración prolongada.

Por supuesto, no se trata de ocultar la realidad o de manipular la información para que parezca positiva. De lo que estamos hablando es de contar mejor, no de no contar, y de contar más las buenas noticias, que las sigue habiendo, aunque parece que cada día tienen menos cabida en los espacios informativos. El peligro de generar una crisis psicológica debido a la concatenación de datos y especulaciones desfavorables es real, y los periodistas tienen la responsabilidad social de ser conscientes de ello para evitarlo.

¿Por qué el titular de un incumplimiento de una previsión de crecimiento debe ser más grande si es a la baja que si es al alza? Hay que encontrar el equilibrio justo para narrar sin ambages lo que sucede, pero sin llegar al alarmismo sensacionalista.

A lo largo de estos últimos años, hemos podido comprobar los efectos perversos de las declaraciones exageradas en prensa y el abuso de los calificativos dramáticos, llegando a provocar auténticas estampidas bursátiles o que se disparase la prima de riesgo.

Que la mala información contribuye a empeorar la situación es un hecho cierto que no podemos ignorar, por lo que recuperar la mesura y el lenguaje positivo en los medios se ha convertido en una cuestión de auténtica necesidad.