Con el cierre del diario de mayor distribución del mundo, múltiples arrestos, más de 4.000 posibles víctimas, un imperio mediático global tambaleándose y el Primer Ministro obligado a dar explicaciones de cada uno de sus movimientos, el asunto de las escuchas telefónicas ilegales del News of the World se ha convertido en pocos días en el Watergate del Siglo XXI, con la implicación de los tres factores clave: prensa, policía y política.
En las últimas semanas, lo que parecía ser un caso aislado de invasión de privacidad por parte del periódico británico News of the World, perteneciente al grupo News Corporation de Rupert Murdoch, se ha extendido imparablemente, para afectar al gobierno y a una de las instituciones más respetadas de Inglaterra: la Scotland Yard.
A pesar de los paralelismos con otros affaires como el Watergate, el caso Murdoch no tiene precedentes, al sacudir los cimientos de todo un grupo mundial de medios de comunicación, y, por lo tanto, el sistema mediático, y con ello provocar la caída de su pedestal del magnate Rupert Murdoch.
Este empresario inició su carrera mediática en el Reino Unido en 1969, con la compra de dos tabloides, el recientemente clausurado News of the World y The Sun. Su presencia, sin embargo, no se hizo notar hasta 1981, cuando decidió adquirir los prestigiosos matutinos The Times y The Sunday Times, consiguiendo algo muy cercano al monopolio de la prensa en el país desde ese momento.
Un ejemplo que evidencia la gran influencia política y el poder de intimidación de la división británica de News Corporation, conocida como News International, es el hecho de que Gordon Brown, ex Primer Ministro, a pesar de ser espiado durante más de diez años por el News of the World y otros periódicos del grupo, y de que llegaron a suplantar su identidad y a robar el historial médico de su hijo que padece fibrosis quística para publicarlo en 2006, acudió sin rechistar tan sólo dos años después a la boda de Rebekah Brooks (directora del grupo de Murdoch en Inglaterra que ahora ha sido arrestada) para conseguir ganar las elecciones con el apoyo del periódico que dañó a su familia.
A diferencia del Watergate, donde dos periodistas llevaron solos la iniciativa, en esta ocasión fue una coalición informal de reporteros, parlamentarios y celebridades la que comenzó a presionar, convencida de que detrás de las exclusivas de los periódicos de News Corporation había gato encerrado.
La revelación de que los mensajes del móvil de una chica de 13 años asesinada, Milly Dowler, habían sido interceptados, fue la gota que colmó un vaso repleto de datos, suministrados por el parlamentario laborista Tom Watson; el conservador John Whittingdale; los diarios The Guardian, The Independent, Financial Times, la revista New Statesman, las cadenas BBC y Channel Four, y los actores Hugh Grant y Steve Coogan. De una forma u otra, todos ellos ayudaron a encajar las piezas del rompecabezas que amenaza ahora con derribar el imperio global de Murdoch.
Con casi 40 años de diferencia, las escuchas telefónicas ilegales fueron y son eje de terremotos políticos, tanto en el caso Watergate como hoy en día. El Primer Ministro, David Cameron, ha sido golpeado directamente por el escándalo. El arresto de su ex portavoz y editor del News of the World, Andy Coulson, dejó al descubierto el estrecho vínculo entre el grupo mediático de Murdoch y el gobierno británico. Nick Davies, el periodista de The Guardian que pasó años investigando acusaciones de espionaje telefónico ante la indiferencia de la policía, promete nuevas revelaciones.