miércoles, 2 de noviembre de 2011

2011: ODISEA DE MOVIMIENTOS SOCIALES



El pasado agosto, una escalada de protestas y actos vandálicos sacudió Londres. Los incidentes comenzaron en el barrio de Tottenham, con una manifestación por la muerte de un joven de raza negra en un tiroteo de la policía durante una operación contra las armas de fuego. Esa misma noche, los disturbios ya eran generalizados: un autobús de dos pisos ardía en la calle mayor del barrio y varias tiendas fueron incendiadas o saqueadas. Los días siguientes estos actos se fueron extendiendo a áreas del Este y Sur de Londres.



Medios de comunicación y sociólogos sitúan la causa de estos insólitos hechos, en un país a priori moderado como Reino Unido, en la crisis económica, el aumento del paro y los recortes sociales del Gobierno. Además, también se ha comentado que entre sus residentes existe un palpable resentimiento por la actuación excesivamente dura de la policía contra las minorías raciales.
Las nuevas tecnologías jugaron un papel decisivo en estas revueltas, ya que todo tipo de rumores se dispararon a través de las redes sociales, y los insurgentes utilizaron mayoritariamente los servicios de mensajería instantánea de sus terminales móviles para organizarse.
Los disturbios de Londres son solo el más reciente de los movimientos por parte de la ciudadanía contra la acción de los gobiernos que se han sucedido, uno tras otro, en este año 2011. Las revoluciones contra la opresión del Estado en los países árabes llegaron en primavera. Pronto le siguieron el Movimiento 15-M español, surgido durante las elecciones del pasado mayo, y que fue secundado en las principales ciudades de países de todo el mundo, con el sobrenombre de “Indignados”; y las manifestaciones continuas en Atenas contra los recortes del ejecutivo griego para evitar la bancarrota. Todos ellos son fenómenos sociales distintos, que responden a las diferentes circunstancias socioeconómicas de cada población, pero que comparten algunos rasgos definitorios, como el rechazo de las políticas de sus respectivos gobernantes y el uso masivo de los nuevos medios de comunicación social para llevar a cabo sus reivindicaciones.
Por su parte, las revoluciones árabes representaron la reclamación general de una sociedad en regímenes autocráticos donde no existe libertad. La crisis y la subida de los precios provocaron que la gente de a pie se uniese, en un clamor popular, a los disidentes que llevaban años luchando por una mayor democracia. Las manifestaciones de los “indignados” españoles se parecían mucho a las de Egipto y Túnez, con la gran diferencia de que se produjeron en una democracia liberal bien asentada. De todos modos, también en los países desarrollados, ha sido la recesión y el desempleo el acicate para la movilización social, aunque la situación no sea tan acuciante como en los regímenes autoritarios y represores.
Gracias a las nuevas tecnologías sociales, estos movimientos están tomando un carácter más profundo en la denuncia general de todo el sistema político y económico, atacando a las bases del capitalismo financiero, y denunciando la pérdida de soberanía que provoca en los gobiernos nacionales.
En definitiva, la crisis económica global ha desatado una odisea de fenómenos emergentes de protesta en muchos lugares del mundo, convirtiéndose también en una crisis social de grandes dimensiones, perceptible en el desconcierto político, mediático y de opinión pública que estamos atravesando.