lunes, 2 de julio de 2012

Las cosas por su nombre: LOS ERRORES COMUNICATIVOS DEL "NO RESCATE"



En los cursos de comunicación política se suele estudiar el caso de la industria norteamericana de las apuestas como paradigma de la solución de un problema de reputación a través de un simple cambio terminológico. Se trata de la modificación del nombre de industria de las apuestas (“gambling”) al de industria del juego (“gaming”). Con ese gesto se estableció un nuevo concepto, más amable y atractivo, porque la visualización de lo que evocan las palabras puede transformar su percepción. “Apostar” se asocia a la ludopatía y al blanqueo de dinero, mientras que “jugar” goza de otras imágenes más inocentes en el subconsciente colectivo (columpios, tableros de mesa, niños divirtiéndose, deportes…).




Es evidente que el gabinete de comunicación del actual presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, ha recurrido a esta estrategia de libro, al diseñar un discurso en el que se evita la palabra “rescate” para sustituirla por la de “apoyo financiero”, entre otras. Porque “rescatar” sugiere tragedia, naufragio o dependencia de los salvadores; y “apoyar” trasmite colaboración, refuerzo, seguridad… El intento es comprensible, y perfecto en el plano teórico, pero se corre un gran riesgo al utilizarlo en la práctica, pues la negación de la evidencia es algo que el ciudadano común no suele perdonar fácilmente. Sin ir más lejos, la prueba está es que todos nos seguimos acordando, el Gobierno actual incluido, del error del Ejecutivo de Zapatero al insistir en considerar la “crisis económica” tan sólo una “desaceleración”. En momentos de graves turbulencias puede ser más efectivo centrar los esfuerzos en aceptar las palabras exactas, sin eufemismos ni metáforas, porque explicar adecuadamente el problema puede ser el primer paso hacia su solución. 

La rueda de prensa que dio Rajoy desde Moncloa el día después de la decisión de acudir al fondo de rescate ya ha pasado a la historia de las maniobras políticas erradas, al tildarla de simple disposición por parte de la UE de una línea de crédito sin contrapartidas en el déficit público (cuando el receptor del préstamo es el Estado a través del FROB), llegando a afirmar después que las reformas adoptadas por su Ejecutivo han evitado nada menos que la intervención en toda regla del Reino de España, posibilidad que precisamente su equipo llevaba días negando (la vicepresidenta, el ministro de Economía, el de Industria…).  

Desde el punto de vista comunicativo, el efecto ha sido contrario al deseado, generando una imagen global de improvisación y falta de credibilidad. La prensa internacional ha criticado duramente esta estrategia. El Finantial Times tituló “Rajoy anuncia el rescate bancario a España como una victoria”, coincidiendo con The Guardian, que censuró que el dirigente español haya afirmado que “el rescate es una prueba del éxito de su programa de reformas y austeridad estricta”. The Wall Street Journal, el diario económico de referencia en EE.UU, escribió que “Rajoy ha tenido que dar la cara, poco acostumbrado a ello, tras las inmensas críticas vertidas en medios de comunicación, redes sociales… después de que saliera De Guindos y no él y de que mantuviera en su agenda el viaje a Polonia”. 

Esto significa que en los últimos días España ha degradado su imagen de solidez política en Europa, que había adquirido recientemente con su firme compromiso de controlar el déficit público; y también que los errores de de comunicación han empeorado, en buena media, la situación de la deuda española en los mercados. 

Por ello, se impone la necesidad de una ofensiva diplomática en toda regla de las autoridades españolas, más allá de visitas rápidas a Frankfurt o Berlín sin comparecer ante la prensa, para intentar reparar abiertamente y lo antes posible la muy dañada percepción de España frente a Europa; con optimismo, sí, pero también con transparencia. Es necesario que Moncloa elabore con toda urgencia una estrategia de comunicación exterior, con mensajes muy claros, y que intente recuperar con hechos, y no sólo con palabras, su reputación de socio fiable.