En los cursos de comunicación
política se suele estudiar el caso de la industria norteamericana de las apuestas como paradigma de
la solución de un problema de reputación
a través de un simple cambio terminológico. Se trata de la modificación del
nombre de industria de las apuestas (“gambling”) al de industria del juego (“gaming”). Con ese gesto se
estableció un nuevo concepto, más
amable y atractivo, porque la
visualización de lo que evocan las palabras puede transformar su percepción.
“Apostar” se asocia a la ludopatía y al blanqueo de dinero, mientras que
“jugar” goza de otras imágenes más inocentes en el subconsciente colectivo (columpios,
tableros de mesa, niños divirtiéndose, deportes…).
Es evidente que el gabinete de
comunicación del actual presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, ha recurrido a
esta estrategia de libro, al diseñar un
discurso en el que se evita la palabra “rescate” para sustituirla por la de “apoyo
financiero”, entre otras. Porque “rescatar” sugiere tragedia, naufragio o
dependencia de los salvadores; y “apoyar” trasmite colaboración, refuerzo,
seguridad… El intento es comprensible, y perfecto en el plano teórico, pero se
corre un gran riesgo al utilizarlo en la práctica, pues la negación de la evidencia es algo que el ciudadano común no suele
perdonar fácilmente. Sin ir más lejos, la prueba está es que todos nos seguimos acordando, el Gobierno
actual incluido, del error del Ejecutivo de Zapatero al insistir en considerar
la “crisis económica” tan sólo una “desaceleración”. En momentos de graves
turbulencias puede ser más efectivo centrar los esfuerzos en aceptar las
palabras exactas, sin eufemismos ni metáforas, porque explicar adecuadamente el
problema puede ser el primer paso hacia su solución.
La rueda de prensa que dio Rajoy desde Moncloa el día después de la
decisión de acudir al fondo de rescate
ya ha pasado a la historia de las maniobras políticas erradas, al tildarla de simple disposición por parte
de la UE de una línea de crédito sin contrapartidas en el déficit
público (cuando el receptor del préstamo es el Estado a través del FROB),
llegando a afirmar después que las reformas adoptadas por su Ejecutivo han evitado nada menos que la intervención en
toda regla del Reino de España, posibilidad que precisamente su equipo
llevaba días negando (la vicepresidenta, el ministro de Economía, el de
Industria…).
Desde el punto de vista comunicativo, el efecto ha sido contrario al
deseado, generando una imagen global de improvisación y falta de credibilidad. La prensa internacional ha criticado
duramente esta estrategia. El Finantial
Times tituló “Rajoy
anuncia el rescate bancario a España como una victoria”, coincidiendo con The Guardian,
que censuró que el dirigente español haya afirmado que “el rescate es una
prueba del éxito de su programa de reformas y austeridad estricta”. The
Wall Street Journal, el diario económico de referencia en EE.UU,
escribió que “Rajoy ha tenido que
dar la cara, poco acostumbrado a ello, tras las inmensas críticas vertidas en
medios de comunicación, redes sociales… después de que saliera De Guindos y no él y de que mantuviera
en su agenda el viaje a Polonia”.
Esto significa que en los últimos días España ha degradado su
imagen de solidez política en Europa, que había adquirido recientemente con su
firme compromiso de controlar el déficit público; y también que los errores
de de comunicación han empeorado, en buena media, la situación de la deuda
española en los mercados.
Por ello, se impone la necesidad
de una ofensiva diplomática en toda
regla de las autoridades españolas, más allá de visitas rápidas a
Frankfurt o Berlín sin comparecer ante la prensa, para intentar reparar
abiertamente y lo antes posible la muy dañada percepción de España frente a
Europa; con optimismo, sí, pero también con transparencia. Es necesario que Moncloa elabore con toda urgencia una estrategia de
comunicación exterior, con mensajes muy claros, y que intente recuperar con
hechos, y no sólo con palabras, su reputación de socio fiable.