¿Puede una mentira explicar una verdad? Bajo este eslogan se presentaba el polémico documental “Operación Palace”, dirigido por el periodista Jordi Évole, con motivo del aniversario del 23-F, que ha servido para reabrir el viejo debate acerca del poder que pueden ejercer los medios de comunicación sobre la opinión pública.
Durante la emisión, se explicaba que el intento de Golpe de
Estado del 23 de febrero de 1981, liderado por Tejero durante la investidura de Calvo-Sotelo, había sido un montaje orquestado por la clase política de la
transición, el CESID y la Casa Real.
Para dar credibilidad
al relato, el reportaje contó con el testimonio de numerosas personalidades
procedentes de diversos ámbitos: políticos como Jorge Verstrynge, Eduard Bosch,
Iñaki Anasgasti o Rojas Marcos; periodistas como Fernando Ónega e Iñaki
Gabilondo; y el director de cine José Luis Garci. El presentador no
reveló que se trataba de un falso documental hasta la finalización del mismo,
momento en cual explicó todo y pidió disculpas por el engaño.
Se trata de
un hecho inédito en la historia de la
televisión española, si bien guarda ciertas similitudes con el caso de
Orson Welles, cuando en 1938 narró en el estudio de la CBS la adaptación de la
novela “La guerra de los mundos” de
H.G. Wells, relatando cómo los marcianos estaban invadiendo Nueva York y
sembrando el pánico entre los ciudadanos. En este caso, el programa de La Sexta
se inspiró en “Operación Luna”, otro falso
documental de producción francesa que explicaba la llegada del hombre a la luna
como si hubiera sido un montaje.
Sea como fuere, el programa de Jordi
Évole fue líder de audiencia
indiscutible en su franja horaria y alcanzó gran repercusión tanto en medios offline como online, llegando a ser
trending topic en Twitter. Pero además, “Operación Palace” supuso un ejercicio de reflexión y debate popular con
opiniones encontradas.
Por un lado, se han
alzado voces críticas por parte de quienes piensan que pone en tela de juicio la credibilidad de las informaciones
periodísticas y de los profesionales del sector, fomentando la desconfianza de los espectadores hacia los
medios de comunicación, que basan precisamente su rigor en la veracidad de
sus informaciones. Desde este punto de vista, afirman que resulta peligroso mezclar
realidad y ficción, ya que esto puede confundir a los espectadores y generar
desconfianzas futuras al haberse sentido engañados.
Otros, en cambio,
consideran una hazaña periodística lo
conseguido por Jordi Évole y su equipo al haber creado un formato innovador que
invita a reflexionar acerca del control
que pueden a llegar a ejercer los medios sobre la percepción de la realidad. Destacan el riesgo que esto supone para el
individuo al poder ser fácilmente manipulado sin ni siquiera sospecharlo.
No es algo
nuevo la consideración de los medios de comunicación como el “cuarto poder”; sin embargo, es la
primera vez que ocurría algo así en nuestro país y sucede en el contexto de una
sociedad con más acceso que nunca a la información, en la cual se considera que
el ciudadano informado es un ciudadano libre y se da por hecho la libertad de
prensa.
Este tipo de
acontecimientos invitan al individuo a despertar de su letargo, a pensar por sí
mismo y a cuestionarse hasta qué punto su visión de la realidad se encuentra o
no sesgada e influenciada por los líderes de opinión y medios de comunicación.
El
programa ha servido así para dejar constancia de la importancia que puede llegar a
tener la comunicación y ha puesto de relieve su potencial poder para influir
sobre la opinión pública.